LAS CARTAS DE LIZ
Una shala

He llevado Shalas durante 15 años, las he construido de a poquito y también me han sido dadas ya andando, las he compartido y las he llevado en soledad, aunque nunca en soledad, porque siempre, siempre es con un otro el llevar una Shala. Sin un otro no es posible, es una interconexión que teje una red. Estas tiene muchas caras, matices, faces y aprendizajes, aquí comparto una partecita.
La palabra Shala se traduce como hogar, y tiene un sentido de calidez, santuario, templo, comunidad, refugio para aquellos que quieren ir hacia su interior, conectar desde la materia que sería el cuerpo hacia el espíritu, y ser parte de un grupo de personas que están en el mismo camino.

Cuando somos parte de una shala se crea una red que nos sostiene a todos en nuestras prácticas, tanto la energía de los compañeros como la del profe sostiene esta red. Cuando me refiero a energía no hablo de las «vibes» si son buenas o malas. La energía es una fuerza que nos moviliza, la energía se mueve hacia donde ponemos nuestra atención, nuestra presencia, por eso su intensidad es mayor cuando un grupo de personas están practicando yoga, porque estamos poniendo toda nuestra presencia en conectar, en volver a la fuente, a la esencia de la vida.
Para poder estar cada mañana desde horas muy extrañas disponible como profe, en presencia con lo que se va movilizando en la Shala y con toda la atención que cada alumno necesita hay una dedicación que no se ve a simple vista, no es de 2 o 3 horas, es el trabajo interno que hacemos, el auto conocimiento y la honestidad con que abordamos nuestros procesos. El trabajar con un otro siempre nos interpela, nos moviliza y es un constante conocerse, observarse, sentir que se nos mueve para no poner en el otro lo que me corresponde hacerme cargo o entender de uno mismo.
Es nuestra responsabilidad, como profes poder estar en conexión con nosotros para poder estar con nuestros alumnos.
También sostiene a este espacio sagrado lo que invertimos, el dinero que aportamos no es para comprar algo, venimos de una cultura de consumo, donde se vende todo, se compra todo, pero no se puede comprar el yoga, no tiene precio, es como querer comprar todo aquello que es intangible, con el dinero estamos aportando para que ese espacio y esas personas que se dedican a acompañar a otros en su proceso del yoga, puedan hacerlo. Porque para esas personas no sería posible sin tu inversión estar ahí y de hecho es muy complejo vivir de tener una Shala de Yoga. Cada quien tiene una relación diferente con el dinero, con el valor de lo que está ofreciendo, con dar y con recibir, dependiendo de donde venimos y como crecimos, y conocer esto a la hora de llevar una Shala es muy importante, en mi caso es un proceso aún conocerlo, aceptarlo y transformarlo de a poco, si es necesario, como cualquier relación, la relación con el dinero puede transformarse.
El ritmo, los tiempos, los procesos en éste espacio son reales, son humanos, se va de a poco, son como la vida misma, se trata mucho de estar para un otro, de construir de a poco, comprende, cuestionarse, y plantearse como puedo hacerlo mejor para todos una y otra vez.